Muchas personas no se identifican con ese estereotipo, sino con atributos muy diferentes: la barba, el cuerpo velludo, la madurez, la corpulencia, o la barriga pueden ser también objeto de deseo. De esta manera, los osos han ido saliendo de sus cuevas poco a poco para mostrarse orgullosamente, encontrando rendijas que van más allá de la publicidad o la moda.
La primera publicación que se dedicó a difundir el mundo de los osos fue Bear Magazine, a partir de un grupo de personas que se reunían en el Lone Star, un bar de moteros de San Francisco. Lo que en principio era un pequeño movimiento de la subcultura gay de esta ciudad se fue extendiendo con el boca a boca a otras regiones, así como con los boletines y tablones de anuncios por Internet. Se produjo poco a poco una importante transformación en los circuitos gays, un cambio para muchas personas en la manera de mirar a los demás y de mirarse a sí mismos.
El modelo de belleza masculino estandarizado dentro de la comunidad gay generaba una especie de exclusión, si no real, al menos sí virtual, de modo que los gays gordos, velludos o maduros se les hacía sentir poco atractivos, con pocas posibilidades de relacionarse afectivamente o de tener éxito sexual.
Con la aparición de este movimiento se valora esos cuerpos, que gustaban a bastantes anteriormente pero que parecía tabú reconocerlo. Los osos y afines tienen ahora un referente cultural que les ha servido para crear lazos sociales y de afecto, para sentirse atractivos y deseados, y también para contribuir a romper el falso estereotipo que contempla a los gays como personas afeminadas o fascinadas por el efebo adolescente.
Cada vez más personas adolescentes y veinteañeros se identifican con este movimiento pasando a ser parte de los "cachorros".
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